lunes, 30 de marzo de 2009

- MIGUEL ANGEL -





Miguel Angel Buonarroti


Simplemente un genio




Escultor, pintor, arquitecto y poeta italiano, dejó impreso en el arte su fogoso temperamento. En 1483, con 13 años, entró de aprendiz en el taller florentino de Ghirlandaio, con el que permaneció poco tiempo.





Su primera escultura llamó la atención de Lorenzo de Médicis, jefe de la República florentina, que le abrió las puertas del palacio en 1489, pasando a frecuentar entonces la academia artística que los Médicis habían instalado en el jardín de San Marcos de Florencia; aquí conoce la escultura de Donatello a través de Bertoldo di Giovanni que se reflejaría en sus primeras obras: La Virgen de la escalera y Batalla de Centaurus. Adquirió una profunda formación intelectual y humanística.





Su vida se va a caracterizar por sus viajes, y ya en 1492, con la muerte de Lorenzo de Médicis, viaja por Venecia y Polonia, donde contempla las esculturas de Jacopo della Quercia en la iglesia de San Petronio, cuya monumentalidad influirá en su arte posterior. En 1495 regresó a Florencia y esculpió El descendimiento y la Virgen de Manchester.





Al año siguiente viajó a Roma por primera vez, donde alcanzó fama con sus obras Baco ebrio (Museo Gargallo, Florencia) y La Piedad (Vaticano). En 1501 vuelve a Florencia, donde va a desarrollar una gran labor escultórica, destacando el David (Academia de Florencia), obra que despertó el asombro y la envidia. Por esta fecha realiza también el Tondo Doni (galería de los Uffizi), en el que las figuras de la Sagrada Familia ofrecen gran sentido escultórico.





Su estancia en Florencia es corta, ya que en 1505 fue llamado a Roma por el papa Julio II, quien le encarga un mausoleo que Miguel Ángel concibió de manera grandiosa en la basílica Vaticana que construía Bramante. En principio, el mausoleo iba a constar de 40 estatuas, pero sólo realizó las de Moisés (iglesia de San Pedro ad Vincula, Roma); Dos esclavos (Museo del Louvre, Paris) y la del Genio de la Victoria (Palacio Viejo, Florencia).





Los proyectos de este colosal mausoleo se fueron modificando hasta interrumpirse temporalmente en 1508, en que recibió el encargo de pintar la bóveda de la Capilla Sixtina (Vaticano, Roma), edificada en 1475 por Giovannino dei Dolci, bajo Sixto IV; aquí Miguel Ángel demuestra su sabiduría de arquitecto, escultor y pintor, ejecutando prácticamente sin ayuda una obra maravillosa que dio por terminada el 1 de noviembre de 1542.





En ella plasma la grandiosidad del relato bíblico por medio de un espacio arquitectónico fingido, dividiendo el espacio con lunetos y pechinas donde sitúa las escenas del Génesis, junto con figuras de profetas y sibilas que significan la integración del mundo pagano y del cristiano, además de pasajes de los antepasados de Cristo; técnicamente utiliza la pintura al fresco con un marcado dominio del dibujo y gama cromática uniforme, destacando el desnudo y el carácter volumétrico de las figuras.





En 1513 regresa a Florencia, donde residirá ahora por largo tiempo para realizar obras de arquitectura y escultura: tumbas de Lorenzo y Giuliano de Médicis, para las que cinceló las estatuas del Día y la Noche, que son indudablemente la obra maestra de Miguel Ángel. Simbolizan el curso del tiempo, la aurora y el crepúsculo; para estos sepulcros también realiza los retratos de Juliano de Médicis <> y Lorenzo de Médicis <>, duques respectivamente de Nemours y de Urbino (Capilla Medicea, iglesia de San Lorenzo, Florencia); a ambos los situó Miguel Ángel por encima de las figuras alegóricas, como símbolo de triunfo sobre la muerte; todo el conjunto escultórico está dispuesto simétricamente.





Realiza también en Florencia, pero como arquitecto, la Biblioteca Laurenciana, donde hace una unión entre estructura y decoración, nueva y original, tratando todo el interior plásticamente a modo de escultura. Esta obra no se terminó hasta después de su muerte.





En 1534 abandonó Florencia definitivamente y se afincó en Roma, donde va a ser nombrado arquitecto, escultor y pintor de los Palacios Vaticanos por el papa Paulo III, quien le indujo a pintar el Juicio Final en la pared del altar de la capilla Sixtina (1534 - 1541); se concibe esta obra por superposición de planos, sin tener en cuenta la perspectiva tradicional, utilizando cánones decrecientes para los personajes de arriba abajo, no como efecto de fuga, sino para exaltar el movimiento.





Agrupa los personajes en zonas, marcando un ritmo general, sin comunicación entre las partes; el tema lo desarrolla de forma muy personal, tal como lo ve a través de su propia cultura religiosa, que le lleva a una representación iconográfica próxima a la Antigüedad clásica.





Paulo III también le encarga que termine la basílica de San Pedro, donde Miguel Ángel, siguiendo el plan de Bramante, pero superándolo por medio de reformas de las cuales la más importante es la enorme cúpula inspirada en la de Brunelleschi de la catedral de Florencia, la convirtió no sólo en símbolo del Vaticano y de Roma, sino de toda la cristiandad, edificó el ábside y dirigió las obras hasta su muerte. Sus planes fueron modificados a su vez por Rafael y Sangallo.





Hacia 1536 conoció a Vittoria Colonna, que sería su musa y su amor platónico, reflejado en los poemas escritos por el artista hasta la muerte de ella en 1557. Al mismo tiempo que realizaba sus labores arquitectónicas, pinta los murales de la capilla Paulina de los palacios vaticanos, dedicados a la conversión de San Pablo (1542 - 1545) y el martirio de San Pedro (1545 - 1550), ambas con riqueza de movimientos y gestos que influirían en el manierismo.





A partir de esta época, sus obras de temática religiosa reflejan una profunda crisis espiritual, como lo muestra La piedad (catedral de Florencia), La piedad Rondanini (Museo Cívico, Milán). En su testamento desea <>.





Sus restos mortales fueron trasladados a Florencia y enterrados en la basílica de Santa Croce.
El génesis es uno de los fragmentos más conocidos de la Capilla Sextina. Adán, en un lecho de tierra, se vuelve hacia Dios. El Creador es un anciano de cabellos blancos, físico potente t ademán poderoso.





MIGUEL ÁNGEL ACEPTO A REGAÑADIENTES la decoración de la Capilla Sextina porque no confiaba demasiado en su talento pictórico. Pese a ello, la enorme bóveda está considerada como una de las mayores empresas artísticas de todos los tiempos. Miguel Ángel empleó la técnica del fresco, un método de pintura mural en el que se aplican sobre una pared recién revocada (embellecida o pintada) pigmentos terrosos mezclados con agua y cal, para crear una superficie compacta.





Miguel Ángel también utilizó la misma técnica en la representación del Juicio Final, en la pared de entrada a la Capilla. Ambos trabajos, debido a sus grandes dimensiones (más de 900 metros de superficie en el caso de la bóveda de la Capilla), agotaron mental y físicamente al artista. (ver Miguel Angel y la Capilla Sixstina)





6-3-1475: Miguel Ángel Bounaroti nace en Caprese, Italia.
1488: Entra en el taller de Ghirlandaio, en Florencia.
1490: Crea su primera escultura: “La Virgen de la escalera”.
1492: Muere su protector y mecenas, Lorenzo de Médici.
1494: Esculpe “Ángel sosteniendo un candelabro”.
1496: Primer viaje a Roma. Crea el “Baco” y la “Piedad”.
1504: Florencia alberga su famosa estatua de “David”.





Pinta la “Batalla de Cascina”, un fresco inconcluso.
MIGUEL ÁNGEL ES EL MAESTRO de lo excelso, de los efectos grandiosos. Rasgos que recorren de principio a fin su obra y que influyeron decisivamente en las corrientes artísticas del siglo XVI, tanto por su clasicismo como por su complejidad. Sin la existencia del genio de Caprese, la humanidad no hubiera gozado jamás de las formas alambicadas del Barroco.
Pero la historia del arte es una sucesión de episodios que revolucionaron las formas de expresión.





Con la perspectiva que otorgan quinientos años, el Renacimiento permanece en la memoria de la humanidad como un período espléndido, aunque lejano, tal vez demasiado. ¿Cómo vencer los efectos devastadores del tiempo, la amenaza latente del olvido?

La respuesta reside en el afán del artista por ser inmoral. Así de simple. Y así de complejo. No importa el tiempo, ni la adscripción a un género. La obra artística no es efímera si sigue conmoviendo, si emociona.
Y Miguel Ángel ejemplifica, total y cabalmente, ese deseo de inmortalidad. Sus obras son imperecederas por una razón esencial: porque son bellas. Ese aserto cobra todo su sentido al contemplar la Capilla Sextina, la ciclópea presencia del Moisés o de las formas esbeltas del David.

Miguel Ángel ejerció el arte como un sacerdocio. Abdicó de los placeres terrenales y se consagro por entero a su labor. Pero el reconocimiento de sus contemporáneos fue, en la mayoría de las ocasiones, miserable. Hoy, la Capilla Sextina es un lugar de peregrinación para millones de personas.

En buena parte lo hacen atraídas por las pinturas que Miguel Ángel realizo en su bóveda. Quedan extasiados ante lo que es capaz de hacer el genio de un hombre. Podría decirse que, al verlo, surgen un antes y un después.

La humanidad tiene contraída con el una deuda de gratitud inmensa solo comparable a la vigencia de su obra. Y es que la belleza no entiende de modas, es permanente y, por eso, continua fuente de inspiración.

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