domingo, 19 de julio de 2009

- DVORAK -





Antonín Dvořák



Un posromántico increíble





Antonín Dvořák, compositor checo, nacido en Nelahozeves el 8 de septiembre de 1841. Uno de los grandes compositores de la segunda mitad del siglo XIX. Sin perder una amplia proyección internacional, supo extraer las esencias de la música de su tierra: Bohemia.





Su padre, Frantisek Dvorák, poseía un reducido establecimiento hotelero. En Zlonice recibió las primeras enseñanzas musicales y aprendió a tocar el violín, el piano y el órgano. De 1857 a 1859 residió en Praga en casa de un tío suyo mientras estudiaba en la Escuela de Órgano de la ciudad. Cuando su tío no puede mantenerle por más tiempo pasó a integrarse en la orquestina de Karel Komzák como medio de ganarse la vida, adquiriendo cierta reputación como intérprete. En 1886 pasó a la orquesta del Teatro Nacional de Praga que dirigía Bedrich Smetana.










En 1873 saltó a la fama con su composición “Himno Patriótico”, de hondo calado nacionalista, ese mismo año obtuvo el reconocimiento internacional con su colección de “Danzas eslavas”. En el verano de 1874 obtuvo una beca del gobierno austriaco de 400 florines en mérito a las composiciones que presentó. Visitó Inglaterra en nueve ocasiones, generalmente para presentar y dirigir su propia música, la primera fue en 1884, cuando fue nombrado miembro de honor de la Sociedad Filarmónica de Londres.





Más tarde, en 1891, recibiría el título de Doctor Honorario de Música por la Universidad de Cambridge. También, en 1889, la Orden de la Cruz de Hierro otorgada por el emperador Francisco José I, en 1891 el doctorado “honoris causa” por la Universidad de Praga, y un sillón en la Academia de Ciencias y Bellas Artes de Checoslovaquia y de Berlín. Invitado por Tchaikovsky estuvo en San Petesburgo y Moscú ejecutando sus propias obras.





Una etapa singular de su vida fue la que pasó en Estados Unidos, Jeannette Thurber, fundadora del Conservatorio de Nueva York le ofreció la dirección del centro, lo que le determinó a trasladarse allí en 1892. Bajo la influencia de los “espirituales negros” y de la música popular compuso la sinfonía nº 9 “del Nuevo Mundo” y el conocido “Cuarteto americano”. Regresó a su país en 1895 para hacerse cargo de la dirección del Conservatorio de Praga. Aquí murió de una congestión cerebral el 1 de mayo de 1904.





En 1873 ejerció como organista en la iglesia de San Adalberto en Praga. Precisamente fue la estabilidad de este puesto lo que le permitió contraer matrimonio con Anna Čermáková. Cierta anécdota recogida por Filkenstein es muy significativa del respeto que el pueblo inspiraba a Dvořák. Su hijo solía contarla: En Vysoka dijo a unos mineros que tenía en proyecto una ópera en la que quería que aparecieran mineros de verdad, usando incluso las mismas máquinas que empleaban en las explotaciones de Příbram y Brezohorské. Les prometió que en la primera representación en el Teatro Nacional dispondrían de lugares de preferencia en la sala a fin de que pudieran dar su opinión sobre si se había logrado en ella una sensación de realidad, de autenticidad. En este caso revelador Dvořák se mostraba no sólo proclive a que el pueblo fuera protagonista de una ópera, sino también a que se atribuyera un papel crítico.





En el verano de 1874 obtuvo una beca del gobierno austriaco de 400 florines por el mérito obtenido con su Sinfonía nº 3. Dvořák ganaría esta beca en dos ocasiones más, en concreto en los años 1876 y 1877. En el jurado que las evaluaba estaba Johannes Brahms, quien le dispensó su voto y su duradera amistad. La intermediación de éste último consiguió la publicación de algunas obras con la importante editora Simrock, gracias a la cual conocemos las obras de Dvořák en el orden actual, ya que Dvořák descartó su primera obra por no ser de su agrado y la que conocemos actualmente como la segunda pasó a ser la primera y el resto de las obras se desordenaron de forma similar (por ejemplo la actual sinfonía nº 9 era la sexta). Conocer a Simrock le llevó a viajar a Inglaterra.





Las interpretaciones en el exterior se multiplicaron, especialmente las Danzas eslavas, la Sexta sinfonía y el Stábat máter, y con ellas más encargos.
Visitó el Reino Unido en nueve ocasiones, generalmente para presentar y dirigir su propia música; la primera fue en 1884, cuando fue nombrado miembro de honor de la Sociedad Filarmónica de Londres. El buen trato recibido en tierras inglesas le llevó a escribir La novia del espectro (1884) y el Réquiem (1890) para Birmingham, la Séptima sinfonía para la Sociedad Filarmónica (1885) y Santa Ludmila para Leeds (1886). Más tarde, en 1891, recibiría el título de Doctor Honorario de Música por la Universidad de Cambridge.





No fueron estas las únicas distinciones que recibió en vida; también, en 1889, la Orden de la Cruz de Hierro otorgada por el emperador Francisco José I, en 1891 el doctorado honoris causa por la Universidad de Praga, y un sillón en la Academia de Ciencias y Bellas Artes de Checoslovaquia y de Berlín.






Invitado por Chaikovski, visitó Rusia en 1890. Estuvo en San Petersburgo y Moscú ejecutando sus propias obras. Por entonces seguía estrenando nuevos trabajos en Praga y Londres.
Antes de abandonar Europa para marcharse a Estados Unidos, recorrió la Bohemia interpretando el nuevo Trío Dumky.





La que pasó en Estados Unidos fue una etapa singular de su vida; Jeannette Thurber, fundadora del Conservatorio de Nueva York le ofreció la dirección del centro, lo que le convenció a trasladarse allí en 1892. Bajo la influencia de los cantos espirituales de los negros norteamericanos y de la música popular estadounidense, como así también de los ritmos de los aborígenes norteamericanos, compuso la Sinfonía nº 9 (más conocida como Sinfonía desde el Nuevo Mundo o Sinfonía del Nuevo Mundo), el Quinteto para cuerdas en mi bemol mayor y el conocido Cuarteto americano.





Las dificultades económicas y los lazos familiares le llevaron de vuelta a Praga en 1895, donde empezó a escribir poemas sinfónicos y donde vio recompensados sus esfuerzos en el ámbito de la música dramática por el éxito de la ópera Rusalka (1901). También empezó a enseñar en el Conservatorio de Praga (donde, entre sus pupilos con más talento, se encontraban Josef Suk y Vítězslav Novák).





Objeto de honores y premios de todo signo, permaneció humilde y de gustos sencillos, leal a su nacionalidad checa. Murió en su patria de una congestión cerebral el 1 de mayo de 1904, contando con 62 años de edad.

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