domingo, 27 de julio de 2008
- FALLA -
MANUEL DE FALLA Y MATHEU
AMORES BRUJOS
DE UN ESPAÑOL
EN ARGENTINA
Nace en Cádiz, España, un 23 de noviembre de 1876. Fue un compositor español de música clásica. Con Isaac Albéniz y Enrique Granados, es uno de los músicos más importantes de la primera mitad del siglo XX en España.
Hijo de José María Falla y Franco y de María Jesús Matheu y Zabala. Su madre, intérprete del piano y su abuelo, lo introducen en las primeras nociones de música, que a los 9 años de edad continúa con una profesora de piano, Eloisa Galluzo. Además su nodriza le enseñó nanas y canciones populares que dejaron huella en él. En 1889 continúa sus estudios de piano con Alejandro Odero, y aprende armonía y contrapunto con Enrique Broca.
A los quince años sus intereses parecen ser principalmente la literatura y el periodismo. Con un grupo de amigos funda una revista literaria, "El Burlón", y en 1890 participa en una segunda titulada "El Cascabel", que termina dirigiendo. En 1893, asistiendo a un concierto en Cádiz donde se interpretan, entre otras, obras de Edvard Grieg siente, según sus propias palabras, que su "vocación definitiva es la música". Orientado en esa dirección, a partir de 1896 comienza a viajar a Madrid, donde asiste al Conservatorio . Allí se perfecciona en piano con José Tragó, logrando en 1899 obtener un primer premio en un concurso de intérpretes del instrumento. Por esta época, el joven músico empieza a usar el apellido "de Falla", con el que será conocido. En 1897 se traslada a Madrid definitivamente, donde al año siguiente termina con honores sus estudios en el Conservatorio, y en 1901 conoce a Felipe Pedrell , quien tendrá notable influencia en su posterior carrera: despertará en él el interés por el flamenco y, en especial, el cante jondo.
Tras algunas zarzuelas, hoy perdidas u olvidadas, como Los amores de Inés, los años de estudio en la capital española culminaron con la composición de la ópera La vida breve, que se hizo acreedora del primer premio de un concurso convocado por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Aunque las bases del concurso estipulaban que el trabajo ganador debía representarse en el Teatro Real de Madrid, Falla hubo de esperar ocho años para dar a conocer su partitura, no en Madrid sino en Niza.
La siguiente etapa de su formación tiene lugar en Francia: afincado en París desde 1907, por consejo de Turina y Mirecki, entró en relación con Claude Debussy, Maurice Ravel, Dukas y Albéniz, cuya impronta sería perceptible en varias obras posteriores como Noches en los jardines de España, obra en la que, a pesar del innegable aroma español que presenta, está latente cierto impresionismo en la instrumentación. En París también conoció y trabó amistad con Pablo Picasso. La madurez creativa de Falla empieza con su regreso a España, en el año 1914.
Es el momento en que compone sus obras más célebres: la pantomima El amor brujo y el ballet El sombrero de tres picos (compuesto para cumplimentar un encargo de los célebres Ballets Rusos de Sergei Diaghilev), las Siete canciones populares españolas para voz y piano, la Fantasía bética para piano y la ya citada Noches en los Jardines de España, estrenada en el Teatro Real en 1916. Su estilo fue evolucionando a través de estas composiciones desde el nacionalismo folclorista que revelan estas primeras partituras, inspiradas en temas, melodías, ritmos y giros andaluces o castellanos, hasta un nacionalismo que buscaba su inspiración en la tradición musical del Siglo de Oro español y al que responden la ópera para marionetas El retablo de maese Pedro, una de sus obras más alabadas, y el Concierto para clave y cinco instrumentos.
En 1919 se transladó a Granada viviendo en una casa cercana a la Alhambra donde llevó una vida retirada, rodeado de un grupo de amigos entre los que se encontraba Federico García Lorca. En 1936, Falla intentó por todos los medios salvar a Lorca del fusilamiento a manos de las tropas insurrectas del ejército nacionalista, aunque no lo consiguió.
En Granada, Falla escribe las citadas obras: la música para teatro de marionetas "El retablo de maese Pedro" (1923) y un concierto para clavecín y orquesta de cámara (1926). En estas obras la influencia de la música folklórica es menos visible que una suerte de neoclaisicismo al estilo de Stravinski.
Mientras que en sus obras anteriores Falla hacía gala de una extensa paleta sonora, heredada directamente de la escuela francesa, en estas últimas composiciones, su estilo fue haciéndose más austero y conciso, y de manera especial en el Concierto. Los últimos veinte años de su vida, Manuel de Falla los pasó trabajando en la que consideraba había de ser la obra de su vida: la cantata escénica La Atlántida, sobre un poema del poeta en lengua catalana Jacint Verdaguer, que le había obsesionado desde su infancia y en el cual veía reflejadas todas sus preocupaciones filosóficas, religiosas y humanísticas. Continuó trabajando en esta obra tras su exilio a Argentina, pero quedó inconclusa y sólo fue terminada, tras la muerte de Falla, por su discípulo Ernesto Halffter.
El 28 de septiembre de 1939, después de la guerra civil española y en puertas de la Segunda Guerra Mundial, Manuel de Falla se exilió en Argentina, a pesar de los intentos de los gobiernos del general Francisco Franco, que le ofrecen una pensión si regresa a España, vive en su exilio argentino gracias a la ayuda de algunos mecenas, entre ellos la familia Cambó. Vive de forma tranquila en una casa en las montañas, donde su hermana cuida de él, ya que casi siempre estaba enfermo. Finalmente muere en Alta Gracia, Córdoba, un 14 de noviembre de 1946, sin que hubiera podido culminar su última obra. La tarea de finalizarla según los esbozos dejados por el maestro correspondió a su discípulo Ernesto Halffter.
En 1946 sus restos fueron trasladados desde Buenos Aires, hasta su tierra natal, Cádiz a bordo del minador Marte. En Cádiz fueron recibidos por su familia, por José María Pemán y por diferentes autoridades eclesiásticas, civiles y militares, entre las que se encontraba el Ministro de Justicia, Raimundo Fernández Cuesta, en representación del Jefe del Estado, General Franco. El cortejo fúnebre se dirigió del muelle a la Catedral, donde se celebró un solemne funeral. Con autorización expresa del Papa Pío XII, los restos fueron enterrados en la Cripta de la Catedral de Cádiz, donde se encuentran actualmente junto a los de José María Pemán.
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