jueves, 30 de agosto de 2007

- OLIMPIA -



Las cenizas de Olimpia

Devastadores incendios en Grecia

Las llamas ahora amenazan a Atenas




Por Mariana Vilnitzky
Para LA NACION


Los dioses del caos marcharon durante dos días en el poblado turístico ubicado a 500 metros de la antigua Olimpia, cuna de los Juegos Olímpicos.

Durante todo el fin de semana, las fuerzas de seguridad intentaron salvar de las llamas el yacimiento arqueológico mientras unos pocos habitantes pelearon cuerpo a cuerpo contra el fuego que llegaba hasta ellos.

"Fue todo muy rápido", contó Ergina Ventourales, una joven de 23 años que vive en el pueblo, mientras mostraba una de las casas que habían quedado calcinadas. "El ejército estaba en las ruinas y aquí no había nadie. Hicimos lo que pudimos. Mojamos todo hasta que ya no hubo agua. Entonces, nos quedamos esperando la ayuda."

La sensación de incertidumbre y desprotección se sentía desde el día anterior, cuando las llamas rodearon la ciudad por derecha e izquierda. En Olimpia y en los poblados de medio Peloponeso no había indicaciones sobre cómo enfrentar y evadir el fuego.

"Vi sólo un camión de bomberos en todo el día", dijo Panos, un ateniense que estaba en la zona por trabajo y que no sabía cómo volver. "Hagan lo que les parezca", repetía uno de los únicos tres policías que esperaban escondidos en la pequeña oficina local antes de que llegara el fuego a Olimpia.

Por lo menos 14 de los 63 muertos desde que comenzaron los incendios murieron al intentar huir de los pueblos. En la salida de Leondari, los vecinos y algunos curiosos paraban para ver los restos del auto en el que cinco jubilados quedaron calcinados por las llamas cuando intentaban huir.

Aunque el gobierno había dicho que movilizaría lo necesario y que su prioridad era estar al lado de las víctimas, muchos no le creyeron. "No estuvieron aquí cuando estábamos cerca de morir, ¿y van a venir ahora? -dijo indignado Spicos Tzanaras-. No lo creo."

El paisaje de una gran parte del Peloponeso es desolador. Las pequeñas ciudades ya no tienen agua ni luz, y los pobladores, la mayoría de ellos granjeros y agricultores, hacen fila para sacar agua de las fuentes naturales. Huele a fogata, una nube gris cubre cientos de kilómetros, que son los mismos que se han teñido de luto. Todo es negro.

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