miércoles, 9 de enero de 2008

- MARIANO MORES -



UN SEÑOR DEL TANGO


MAESTRO MARIANO MORES



Es sin duda alguna un artista exitoso, y esto nunca estuvo en discusión. Su arte transitó cómodamente por todos los medios de difusión existentes: discos, radio, teatro, televisión y el cine. Es una suerte de precer vivo de nuestro cancionero clásico popular.

Su popularidad se extendió por todo el país y en el exterior, tuvo siempre su público. Un público que buscaba un espectáculo con características de "music-hall". Una orquesta numerosa y estridente, con cantores que se brindaban a todo pulmón, bailarines, juegos de luces, algún coro y su director, hiperquinético, ora con sus dos manos sobre el teclado, ora con una sola y dirigiendo con la otra, ora alejándose del instrumento y utilizando ambas manos para conducir la orquesta. Todo al servicio del espectáculo.

Pero paradójicamente, esta receta popular y exitosa de Mariano Mores, utilizada a lo largo de su extensa trayectoria, fue ,al mismo tiempo, el motivo por el cual muchos gustadores del tango no lo aceptaran y lo criticaran por su estilo y "vedetismo".





Mariano Mores: un músico argentino especializado en tango.

Nació con el nombre de Mariano Martínez en el barrio San Telmo (en Buenos Aires) el 18 de febrero de 1918. Estudió en el conservatorio D’Andrea en Lanús Oeste. Hizo el Profesorado de Música Clásica en sólo tres años; a los catorce años ya trabajaba en el café Vicente de la calle Corrientes. Fue acompañante en el conjunto criollo La Cuyanita y por un tiempo fue pianista del tanguero Roberto Firpo.

Martínez estrenó sus primeras composiciones en el Trío Mores, que integraba junto a las hermanas Margot y Myrna Mores. Se casaría con Myrna y adoptaría el apellido Mores como nombre artístico

En efecto, el tanguero admirador de Troilo, Pugliese, Fresedo o del mismo D'Arienzo, nunca aceptó ese estilo, ni siquiera se prestó a su discusión. Era otra cosa. A Mores no se lo puede escuchar con unción, con Mores no se puede bailar, poco importaba quienes eran los cantores, era, en realidad, una orquesta para el teatro y para la televisión. Una orquesta para el espectáculo.





Lo que nadie puede negar de este músico es su talento como compositor. Como alguien dijo: "Lleva la melodía en su cabeza".

En 1938 compuso varias obras para la película Senderos de fe, que no tuvo éxito, pero que le dio la oportunidad de conocer gente del ambiente, por ejemplo Roberto Sciammarella y Alberto Vaccarezza. Fue piano solista en la orquesta de Francisco Canaro entre 1939 y 1948; formó su propio grupo y ese mismo año debutó en la sala del Teatro Presidente Alvear, dirigiendo una gran orquesta.

Aunque poco reconocido, es un gran pianista, pero nuevamente su estilo lo traiciona y perjudica, sus poses y sus muecas al ejecutar el instrumento, le quitan seriedad.





No obstante, hace gala de un molde artístico donde se conjugan en exhuberantes dosis, el desenfado, la simpatía, la viveza comercial y el talento, con que el destino favorece a unos pocos. Hoy se lo reconoce como un ídolo popular que representa una parte esencial de la historia del tango.

Era el año 1936, yo tenía catorce años,y un día viajaba en tranvía por la calle Corrientes". Frente al café "Germinal" estaba el bar "Vicente", en cuya puerta había un cartel solicitando un pianista que tocara música internacional, leyera a primera vista y también transportara. Fui, me tomaron una prueba y quedé, a tres pesos con cincuenta por día. En seguida entré a estudiar en la academía que dirigía Luis Rubistein y nos hicimos amigos. Allí iban a vocalizar las principales figuras de la canción y muchos otros recién iniciados. Conocí a Rodolfo Sciammarella, que me pidió que le pasara al pentagrama las notas que se le ocurrían. Tenía buen oído, era un buen letrista, pero no sabía escribir música. De esta relación nació "Salud, dinero y amor", que originalmente era una zamba y yo la convertí en vals. Fue un gran éxito.






Al poco tiempo, el director de la academia lo nombra profesor y en ese estado conoce a Margot y Mirna Moragues, de quien se enamoró. Entonces el novel profesor se integra al dúo que ellas formaban, "Las Hermanas Mores", transformándolo en el "Trío Mores". Actuaron en radio y diferentes escenarios, hasta que el pianista se integra a la orquesta del gran Francisco Canaro.

Poco antes, había hecho unos arreglos musicales para unos japoneses, música popular de ellos en tiempo de tango. Me pagaron cinco mil dólares, una fortuna. Me compré siete trajes de los mejores, siete camisas y siete de todo. Así, hecho un "dandy", bajaba del tranvía en Callao y Corrientes y por esta, iba caminando hasta Florida, por la vereda de los números impares y volvía por la de los pares, haciendo pinta. La gente empezaba a preguntarse: "¿quién es ese cajetilla?". Un día me vio Ivo Pelay y me dijo: "Vos sí que sos un buen vendedor de imagen. No cambies nunca".

Canaro fue un padre para él, a quien llegó de la mano de Rodolfo Sciammarella, que lo presentó a Ivo Pelay, socio del director. En su formación debutó en el año 1939 en el Teatro Nacional de la calle Corrientes y se desvincula en el año 1948.

Con Luis Rubistein hizo, en 1938, el tango "No quiero" y al año siguiente su primer gran éxito: "Cuartito azul", y al respecto nos dice: «... en realidad era un arreglo para "La cumparsita", una introducción, pero cuando la escuchó Mario Battistella me dijo que allí había un tango. Le puse ese título por una piecita que alquilaba en la calle Serrano 2410 (barrio de Palermo), para vivir cerca de mi novia. Un día se me ocurrió pintarlo disolviendo pastillas de un blanqueador para ropa que venía en cubitos de color azul. La letra fue escrita por Battistella sobre la música. Casi siempre compuse así. Primero la música, aunque hubo excepciones.»

La primera colaboración para el cine fue hacer la música de "Senderos de fe", con Amanda Ledesma, Juan Carlos Thorry y Pedro Maratea. Se estrenó el 26 de octubre de 1938, «... no resultó, y los temas compuestos los pasé al olvido».

Actuó como galán y fue autor de la música del film "Corrientes calle de ensueño", en el año 1939. También en "La doctora quiere tangos", con la actriz Mirta Legrand, en el mismo año. Y finalmente en "La voz de mi ciudad", con Diana Maggi, en 1953.

Mi tango más popular es "Adiós Pampa mía", un homenaje al folklore de la llanura, un tango con ritmo de pericón y estilo. Mi mayor desilusión fue "Por qué la quise tanto", quise que la estrenara Hugo del Carril y no pudo ser. Después fue éxito con Miguel Montero.

Es, a nuestro entender, lo mejor de su música los tangos que compuso con Enrique Santos Discépolo: "Cafetín de Buenos Aires" y "Uno". "Cuando Enrique me conoció me dijo: "Pibe, no escribo más música, para eso estas vos". Para entregarme la letra de "Uno", estuvo tres años, yo ya me había olvidado del tema."

Manzi fue un gran poeta, era muy amigo de Troilo y trabaja con él. Ya enfermo lo fui a visitar un día y estaba en la cama. Me dijo: «¡Qué poco hice con vos! Me voy a morir y me voy a quedar con las ganas. No tengo consuelo». Entonces le empecé a tararear una música que tenía, una especie de tango-malambo, y de inmediato empezó a decir: "La voz... triste y sentida, de tu canción... una lágrima tuya...", así nació un nuevo éxito "Una lágrima tuya".

Pero ha logrado sus más grandes éxitos con su orquesta de corte sinfónico, en la que predomina el piano y con ella ha viajado por el mundo.



Algunas obras destacadas:






Cuartito azul , con Mario Battistella, su primer tango, estrenado en 1939
En esta tarde gris ( 1941)
Tu piel de jazmín (1941)
Grisel (1942)
Uno (1943), con letra de Enrique Santos Discépolo
Cada vez que me recuerdes (1944)
Cristal (1944), con Enrique Cadícamo
Copas, amigos y besos (1944)
A quién le puede importar (1945)
Adiós, pampa mía (1945)
Sin palabras (1946), con Enrique Santos Discépolo
Cafetín de Buenos Aires (1948) con José María Contursi
Una lágrima tuya (1949), con Homero Manzi
El patio de la morocha (1951)
Taquito militar (1952)
La calesita (1953), con Cátulo Castillo
El firulete (1958)
Por qué la quise tanto (1961)
Frente al mar


A días de cumplir sus jóvenes noventa años, vaya nuestro reconocimiento a su extensa e intensa trayectoria.

Ricardo A. Carrasquet

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