sábado, 21 de mayo de 2011

- MUSICA -





QUE ES MÚSICA


Por Ricardo A. Carrasquet





Antes que nada ó que todo, la música es un arte que combina los sonidos conforme a los principios de la melodía, la armonía y el ritmo. Arte que se expresa por medio del ordenamiento de las emisiones audibles y las matemáticas. No es una ciencia exacta, es simplemente arte, pura inspiración, imaginación, talento, sentimiento y dedicación. ¡La música se siente ó no se siente...!

La música occidental dicen, tuvo su origen en la Grecia antigua, sobre todo en lo referente a su aspecto teórico, como los estudios de Pitágoras y la fijación de los modos. Durante el primer milenio de la era cristiana, la música fue casi exclusivamente litúrgica. El cristianismo recogió la tradición griega en la música que acompañaba la liturgia. Ésta fue reformada sucesivamente por san Ambrosio de Milán, el papa Gregorio el Grande y Carlomagno, dando lugar al canto llano o gregoriano.

En el siglo IX se creó el órgano, causante de la aparición del discanto, del conducto, de la cláusula y de los inicios de la polifonía ars antiqua, cuyos máximos exponentes fueron Léonin y Pérotin, de la escuela de Nuestra Señora de París. La forma más característica de este período fue el motetus ó motete. Paralelamente en el siglo XII floreció el arte poético musical monódico de los trovadores provenzales, que se extendió a España, Portugal e Italia, y de los troveros franceses y minnesänger alemanes, dando lugar, estos últimos, al de los meistersinger (maestros de música) en el XIV.

A principios de esta centuria apareció en Francia el ars nova, que impulsó la música profana (rondeau, ballade y virelai) y dio lugar a nuevas formas, complicando la polifonía y extendiéndose por Italia (madrigale, ballata y caccia). La gran figura de este período fue G. de Machaut, quien cultivó el motete religioso y profano. En el s. XV apareció con fuerza la escuela de polifonía franco-flamenca que dio lugar a compositores de la talla de G. Dufay, J. Ockeghem, J. Obrecht y J. des Prés.

El triunfo del Renacimiento se expresó en la música profana con la aparición de escuelas nacionales, la creación de nuevas formas, como el madrigal italiano, la chanson ó francesa, el lied alemán o el villancico español, y la creciente independización de la música instrumental. Figuras importantes fueron L. de Milán, L. de Narváez, A. de Cabezón, A. y G. Gabrieli, W. Byrd, O. Gibbons y J. Dowland.

Mientras tanto, en la música religiosa se mantuvo la tradición, aunque se facilitó la comprensión de los textos, destacando autores como R. de Lassus, G. P. Palestrina o T. Luis de Victoria. Con C. Monteverdi, a caballo entre los XVI y XVII, se abandonó la música renacentista para entrar, con el barroco, en la gran época de la música, definida por la aparición de formas nuevas, como el recitativo, el bajo continuo, la monodía acompañada, el oratorio, la cantata, la suite, el concerto grosso y la ópera. Grandes figuras de este período fueron Vivaldi, Purcell, Händel y J. S. Bach (para muchos “el padre de la música).

A mediados del XVIII la música conoció la fijación de formas nuevas como la sonata, la sinfonía, el trío, el cuarteto, el abandono de la ópera italiana en Alemania y la dominación de un estilo denominado indistintamente galante, rococó o clásico, cuyos máximos exponentes fueron los hijos de Bach, Haydn, Mozart, Rossini, Donizetti, Bellini y L. van Beethoven. Con este último se anticipaba ya un nuevo estilo centrado en la expresión de los sentimientos, la aparición de formas cada vez más libres: impromptu, balada, fantasía, poema sinfónico y el dominio de los grandes géneros sinfónicos: el romanticismo. Grandes autores de este período fueron Schubert, Schumann, Chopin, Wagner, Verdi, Brahms, Mendelssohn, Bruckner, Franck, Gounod, Chaikovski y Bizet entre otros.

Del romanticismo nacieron los nacionalismos musicales, con figuras como los españoles Falla y Albéniz, el francés Dukas, los rusos Músorgski, Rimski - Kórsakov y Borodin, el finlandés Sibelius, el húngaro Lizst, el checo Dvorak y el noruego Grieg entre otros; y los autores posrománticos, como R. Strauss, Puccini y Mahler. Paralelamente se impuso un estilo nuevo como el impresionismo, con las figuras fundamentales de Debussy y Ravel. Ya en el siglo XX se originaron numerosas nuevas tendencias que rompieron con la tonalidad: el expresionismo atonal de los países germánicos, siendo A. Schönberg y sus seguidores A. Webern y A. Berg los más destacados representantes de la música dodecafónica, la más estructurada de cuantas siguieron por la senda de la atonalidad; el futurismo italiano (Marinetti y Pratella), y el estilo nuevo de E. Satie y el grupo de los Seis en Francia.

Otras figuras importantes que han evolucionado por caminos propios han sido Bartók, Stravinski, Messiaen, y Britten entre otros. Tras la II Guerra Mundial nacieron varias corrientes estéticas, como la música concreta, la música electrónica, el postserialismo o la música aleatoria, que han conducido a la música a caminos netamente experimentales en busca de la renovación. Sin embargo, puede decirse que toda esta música ha sido europea o, por lo menos, inspirada por la cultura europea, con lo cual la música de otras muchas zonas del mundo ha quedado excluida.

Con respecto a la música amerindia, africana, medio oriental y extremo oriental pueden darse algunas claves que explican la falta de una historia musical tan desarrollada como la occidental. A pesar de que esta música difiere mucho de unas zonas a otras, pueden generalizarse algunos aspectos. Suele ser puramente melódica y, por tanto, no presenta combinaciones armónicas, aunque en algunas melodías o fragmentos de melodías, con objeto de una mayor comodidad en la ejecución vocal, se canten a veces en cuartas o quintas, o incluso intervalos más pequeños y aun disonantes, tal como se hacía en Europa al comienzo de la polifonía.

Lo más frecuente en este sentido son los pedales instrumentales, semejantes a los de la gaita. En cuanto al ritmo, puede generalizarse que se usan ritmos libres que no se ajustan a un sistema uniforme de tiempos y compases. La excepción en este campo la constituye la música para la danza, de carácter rítmico muy acentuado, con gran profusión de instrumentos de percusión y ritmos muy complicados. Los sistemas de escalas usan con frecuencia los microtonos, especialmente los cuartos de tono, alcanzándose una variedad de 24 sonidos en lugar de 12 como en la música occidental.

Sin embargo, no se toma la serie completa, sino tan sólo pequeños fragmentos o, incluso, en algunas zonas (como en las montañas de la India, China, Japón, norte de Argentina, Escocia) se emplea aún la primitiva escala pentatónica que, lejos de ser microtónica, ni tan sólo contiene semitonos. Una gran parte de la música no occidental presenta la característica común de no requerir más ámbito que media octava o poco más. Sin embargo, es cierto que existen algunos sistemas de modos que dan lugar a escalas particulares.

Otra característica muy general es el uso enorme de los adornos, siendo muy frecuentes las notas largas adornadas con trémolos o que se transforman en pasajes ornamentales de notas más cortas. También la improvisación es muy frecuente. Las formas suelen ser muy simples, con melodías cortas de dos o tres frases y muy comprensibles. Los instrumentos son de construcción hasta cierto punto sencilla y su misión primordial es la de acompañar la voz más que tocar de forma independiente. Prácticamente carece de notación musical y las melodías se transmiten oralmente, de la misma manera que la música folclórica occidental.

La música es de todos y todos somos la música, de eso se trata.
Uno vibra con tal o cual tema, porque le llega a lo más íntimo de su ser, de ese modo sentimos emocionalmente a la música; uno admira a tal ó cual compositor ó tema, ya sea por el buen trabajo constructivo del pentagrama ó por la riqueza en la transmisión de emociones a través de la obra, de este otro modo valoramos la música; también apreciamos una buena interpretación, ya sea instrumental, vocal, solista ó coral, orquestal, etc. Es otra manera de medir la música y quedan los arreglos, ese trabajo casi de hormiga que pocos consideran y que es tan importante para la interpretación.

Comparándola con el decir de Don Félix Luna: ¡Todo es música! Los sonidos armónicos ejecutados voluntaria y también involuntariamente representan a la música, algo casi intangible que nos hace volar y recorrer sederos imposibles, inimaginables, misteriosos y sorprendentes, semejante al de las letras en la literatura, pero utilizando otro código en la mente humana: el auditivo que lo transmite al cerebro y se representa en lo imaginativo, casi tan loco como alucinaba J. S. Motzart: él veía su obra plasmada en la Opera y “era Dios quien le dictaba sus partituras” decía Antonio Salieri en la corte Austríaca.

Damos un imaginario salto en el tiempo y llegamos a nuestros días y que tenemos: todo lo clásico que no es poco, el jazz en todos sus formatos, el bossa nova: uno de los ritmos más importantes del pasado siglo, el rock en sus múltiples variantes que está vivo y va por más, los folclores de cada sector, el new ages, los raps, el hip hop, probablemente efímeros... Nosotros y el mundo creamos y consumimos entre otras cosas el tango: un ritmo que crece y se moderniza, alcanzando una sofisticada marca internacional, icono y atractivo indiscutido de la Ciudad de Buenos Aires.

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